El Temucano
Déjame bailar contigo la alegría linda del último vals…♪
“El Temucano” ha sido un cantor capaz de cruzar públicos y audiencias, incluso en los períodos más divisorios de nuestra historia social reciente, tomando de la tradición folclórica aquella esencia narrativa que explicó su original razón de ser. Las canciones de Fernández son historias para escuchar con atención, y si bien nunca han querido redundar en los tópicos amorosos de la balada, transmiten un afecto entrañable por aquello que podríamos llamar nuestra identidad: el paisaje, la familia, la charla entre amigos, los brindis.
Eran las señas más románticas de la vida de cantor las que eligió perseguir Humberto Asdrúbal Waldemar Baeza Fernández cuando se largó de Temuco a mediados de los años ’60 para un período de vida itinerante que a duras penas le permitió sostener a su esposa e hija. Dejaba atrás la vida tranquila de una infancia en el campo y estudios en el Liceo de Hombres de Temuco, luego de un período de preparación en la Escuela de Especialidades de la Fuerza Aérea. Había ganado sus primeros salarios en oficios esporádicos, incluyendo un período como telefonista del Club Temuco y otro como obrero de la empresa Loncoleche. En paralelo, fue mostrando sus primeras canciones en radios sureñas, aunque sin estímulos concretos como para ilusionarse con una trayectoria de largo plazo.
Apenas llegó a Santiago, emprendió su primer esfuerzo profesional junto a Víctor Villarreal, un cantante con quien comenzó a recorrer las boites y clubes nocturnos del norte de Chile y el sur de Perú, bajo el nombre Los Hermanos de Alta. Boleros, guarachas y canciones del neofolclor chileno nutrían ese primer repertorio. Su siguiente socio artístico fue Renato Zuñiga, con quien recorrió Bolivia a partir de 1967. Era el tiempo de la guerrilla y de la lucha que terminó con la vida del Che Guevara, y en medio de toda esa tensión el cantante chileno fue apresado en La Paz por orden del gobierno. Obtuvo su liberación recién cuando a la misma cárcel llegó el afamado filósofo francés Régis Debray, con toda una cobertura periodística internacional que les hizo ver a las autoridades bolivianas la conveniencia de ahorrarse problemas y dejar ir cuanto antes a los extranjeros condenados.
Pese a este peregrinaje, Baeza Fernández no quería aún imaginarse como un músico de profesión. Por ello, hasta 1969 fue alternando trabajos de cantor y profesor de castellano en Antofagasta, Santiago, Concepción y Temuco. Poco a poco, iba afinando sus coplas, inspiradas sobre todo en el folclorista argentino Atahualpa Yupanqui. Algunas de ellas llegaron a las manos de Pablo Neruda, quien “dijo que mi poesía era muy buena y que yo estaba destinado a ser un cantor importante”, recordaría luego con orgullo.
Recién en 1971, un encuentro con Angel Parra en Valdivia le ayudó a tomar valor y olvidarse de su vida de profesor. El hijo de Violeta aplaudió sus composiciones, y lo invitó a mudarse a Santiago para que trabajasen juntos un primer disco para su sello (Peña de los Parra). Así, Fernández viajó a la capital junto a su familia y grabó rápidamente un primer LP con diez composiciones suyas y la producción de Angel Parra, su padrino artístico durante ese período de debutante.
De ahí en adelante vinieron los éxitos como “El ajuerino”, “Hace unos días fui a Santiago” y “El atrinque”…El disco interesó incluso en el extranjero y permitió un primer viaje de Fernández a Venezuela, en 1972. Poco antes, un segundo álbum del mismo nombre confirmó las virtudes descritas. Además de “La señora Mercedes” y “La madre del cordero”, El Temucano incluyó allí “La casa nueva”, conmovedora mezcla de canto y recitado en el que una pareja mayor renueva sus votos amorosos. El tema es hasta hoy uno de los más populares de su repertorio (y, de hecho, con sus ventas el autor pudo financiar su primera casa propia).
Tras el Golpe Militar, El Temucano mantuvo una agenda musical bastante menor de la que venía haciendo. Pero esto no fue obstáculo para que mantuviera una discografía activa, conciertos en Chile y el extranjero y apariciones frecuentes en televisión, como “Sábados Gigantes” o “Chilenazo”.
Sin duda éste fue un período de numerosos viajes al extranjero, plasmados en discos tan significativos como Tito Fernández en el Olympia de París. En general, su música ha sido difundida sin problemas en sectores de Europa, Estados Unidos y Australia. Los años ’80 marcaron, además, un período de trabajo en composiciones por encargo que incluye canciones popularizadas luego por chilenos como Marcelo, Patricio Renán, Patricia Maldonado y Ginette Acevedo (antes, ya Los Angeles Negros habían grabado su “A ti”, y Lucho Barrios hecho lo propio con “Mamá mujer”).
En 1997 ganó el primer lugar de la categoría folclórica del Festival de Viña (con “Cartagena”, una canción deClaudio Guzmán), lo cual avivó una buena relación con ese escenario que se repitió luego con aplaudidas presentaciones en los años 2001, 2002 y 2004.
Fernández ha sido, también, presencia regular en el Festival del Huaso de Olmué. Además de gaviotas de plata, sus trofeos incluyen los premios Altazor y Presidente de la República, así como las medallas de la SCD y la UNESCO.
Además, el cantautor mantiene un desarrollado interés por asuntos astrológicos, siendo el creador y fundador de un “Centro Integral de Estudios Metafísicos”. Ha escrito y editado cinco libros: uno de contenido autobiográfico (Páginas de mi diario, 1988) y otros de conocimiento personal (El mensaje inicial, El mensaje de Sirio, El mensaje terrestre y Q, la isla de los brujos). Además, y como parte de la colección “Nuestros músicos”, la SCD editó una selección de sus composiciones en el libro Antología poética (2003).
En sus más de cuatro décadas de trabajo, Fernández ha sido un cantor popular firme en unos pocos y reconocibles recursos. Tal como le decía en 1972 a Ricardo García: “Creo que estoy haciendo lo que quiero, sin necesidad de caer en el juego comercial. Me defiendo y quiero solamente ser Tito Fernández. Con mayúsculas o minúsculas, pero Tito Fernández”.