Comida y poesía | Vino Gato
 
 

Comida y poesía

 
 

En el día de la poesía, los más famosos poemas en honor a nuestros platos típicos chilenos.

Compadrito, comadrita, este mes celebramos el día mundial de la poesía. Así lo declaró la UNESCO en el año 1999, tomando esta fecha por ser el inicio de la primavera en el hemisferio norte. 

¡Y qué mejor que leer poesía! Porque Chile es país de poetas y nuestros poetas han sentido una predilección especial por escribirle a nuestra gastronomía. Les dejamos tres de los mejores y más famosos poemas dedicados a nuestras típicas preparaciones. Busque un lugar silencioso, sin interrupciones y disfrute con la lectura de estos maravillosos versos llenos de sabor:

Partimos con un fragmento de una de las obras más importantes y extravagantes de la poesía nacional. Hablamos de la “Epopeya de las Comidas y las Bebidas de Chile”, de Pablo De Rokha. Un librazo que le invitamos a leer entero, ya que en sus páginas De Rokha despliega todo su artificio para transportarnos las sensaciones y el calor de los banquetes que se dan en nuestro territorio. Como muestra, el siguiente fragmento:

Si tiene mucha pena y poca plata,

tómese una tal agüita de toronjil con aguardiente y abríguese como un imbécil, porque ha de ser invierno,

o un vinito al vapor con limón en monedas,

pues también es muy rico el de substancia puro, tornado con cigarros de hoja, paseándose por el corredor de los antepasados

y el con ruda o ajo o guindas o hinojo, sin dulce alguno, seco y varonil, como cacería de leones(…)

Ahora, si hablamos de vino y poesía, comadrita, no hay como el tremendo “Brindis a lo humano y lo divino” de Nicanor Parra. En estas líneas se desarrolla nuestro gusto por el buen vino y ya nos imaginamos a don Nica empinándose una cañita de Vino Gato mientras escribía estos versos: 

Brindo, dijo un lenguaraz,

Por moros y por cristianos

Yo brindo por lo que venga

La cosa es brindar por algo.

Yo soy así, soy chileno,

Me gusta pelar el ajo,

Soy barretero en el norte,

En el sur me llaman huaso,

Firme le doy la semana,

No como si no trabajo;

De Lunes A Viernes sudo

pero cuando llega el Sábado

No negaré que con gana

Me planto mis buenos tragos,

Con el favor de mi Dios

¡Por algo me llamo Pancho!

En la variedá está el gusto,

Donde me canso me paro,

Todo me podrán quitar,

Pero la chupeta ¡cuándo!

Cuando a la perdiz le salga

Cola, cuando vuele el chancho.

Qué bueno es, pienso yo,

Brindar entre plato y plato

Y ver que esta vida ingrata

Se nos va entre trago y trago

A ver, señora, destape

Un chuico del reservado

Que todavía nos queda

Voz para seguir brindando.

Yo quiero brindar por todo

-Ya me arranqué con los tarros-

Brindo por lo celestial

Y brindo por lo profano,

Brindo por las siete heridas

De Cristo crucificado,

Brindo por los dos maderos

Y brindo por los tres clavos.

¡Cómo no voy a brindar

Por griegos y por romanos,

Por turcos y por judíos,

Por indios y castellanos,

Si antes de que salga el sol

Tenimos que darle el bajo

A toda la longaniza!

¡Le dijo el pequén al sapo!

Aquí no se enoja naiden

¡Vamos empinando el cacho!

Mañana será otro día

¿Nocierto compaire Juancho?

¡Ya pus compaire Manuel!

¡Al seco! ¡Qué está esperando!

¿Ha visto una mala cara

O se le espantó el caballo?

A mí no me viene usté

Con pingos alborotaos

¿No ve que soy de Chillán?

-Trompiezo…, pero no caigo-

Hay que aprovechar las últimas

Botellas que van quedando

Dijo y se río el bribón

Que el día menos pensado

A una vuelta del cerro

La flaca nos echa el lazo.

Y para finalizar este especial poesía y cocina, quién si no, Pablo Neruda y su obra clave “Odas a la comida y otros placeres elementales”. En este entretenido libro, Neruda lanza sus elegantes elogios al aceite, la manzana, la ciruela, la alcachofa, entre muchos otros. Decidimos quedarnos con uno de los más conocidos poemas de este compilado, pero cuya lectura siempre sorprende y nos transporta el sabor y el placer que significa comerse un buen caldillo de congrio. He aquí la “Oda al caldillo de congrio”: 

En el mar

tormentoso

de Chile

vive el rosado congrio,

gigante anguila

de nevada carne.

Y en las ollas

chilenas,

en la costa,

nació el caldillo

grávido y suculento,

provechoso.

Lleven a la cocina

el congrio desollado,

su piel manchada cede

como un guante

y al descubierto queda

entonces

el racimo del mar,

el congrio tierno

reluce

ya desnudo,

preparado

para nuestro apetito.

Ahora

recoges

ajos,

acaricia primero

ese marfil

precioso,

huele

su fragancia iracunda,

entonces

deja el ajo picado

caer con la cebolla

y el tomate

hasta que la cebolla

tenga color de oro.

Mientras tanto

se cuecen

con el vapor

los regios

camarones marinos

y cuando ya llegaron

a su punto,

cuando cuajó el sabor

en una salsa

formada por el jugo

del océano

y por el agua clara

que desprendió la luz de la cebolla,

entonces

que entre el congrio

y se sumerja en gloria,

que en la olla

se aceite,

se contraiga y se impregne.

Ya sólo es necesario

dejar en el manjar

caer la crema

como una rosa espesa,

y al fuego

lentamente

entregar el tesoro

hasta que en el caldillo

se calienten

las esencias de Chile,

y a la mesa

lleguen recién casados

los sabores

del mar y de la tierra

para que en ese plato

tú conozcas el cielo.

Así pues, comadrita y compadrito, esperamos homenajear a nuestra tradición poética y también a nuestra cocina chilena, ya que ambas son parte fundamental de nuestra identidad. ¡Salud!

 

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